miércoles, 1 de agosto de 2012

Diez Dioptrías

Veía con toda meticulosidad el aluminio sudado de lo que a final de cuentas solo era alcohol en alguna presentación cuidadosamente diseñada. 
Veía con toda claridad lo que la realidad le proyectaba ante sus ojos, que con diez dioptrías menos de por medio,
materializaban toda clase de experiencias opuestas.
Así más o menos lograba relacionarse con su entorno, 
como sin con el desentendimiento pudiera explicarse la vida cotidiana. Y como si de una broma se tratara, se reía de como las palabras aisladas se conjuntaban con ayuda de los conectores y los adverbios, 
esos que califican al verbo
lo que en algún libro se dijo
que al principio fue antes de todas las cosas
la acción despojada del sustantivo y del complemento.

Por eso las reglas gramaticales siempre le parecieron lo mismo que los números,
que pensando en términos de física lo complejo termina siendo sencillo.
Es por eso que le gustaba hacerse difícil el camino,
agregándole pequeñas y diminutas cantidades de sustancias sintetizadas.
De lo grande a lo pequeño se es capaz de conjugar todo lo importante en una partícula elemental.
Definitivamente es fácil perderse en esta cantidad de sentidos,
disculpe usted,
pero por cualquier lado encuentro la razón justificada de la vida,
y si me preguntan, ¿quien soy yo para saber de lo justo?
es sólo que entre lo que es y no es
sigo teniendo diez dioptrías.
Cuando esto sucede la historia puede comenzar en cualquier momento, ni siquiera el narrador sabe de las líneas o el argumento, y el voyeur puede imaginar todo tipo de ficciones.
El suspenso y el desconcierto reina en esta lectura.
Fumemos un cigarrillo para que el humo nos purifique,
digamos en voz alta lo que nuestro espíritu  anhela,
expresemos la intención de llegar al punto que deseemos.

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